Pececitos

sábado, 4 de agosto de 2012

Unos tantos, y otros tan poco.


La vida consiste en eso, decidir si levantarte o seguir durmiendo un poco más, si hacer arroz o pasta para comer, si estudiar o coger un rato el ordenador, si hablarte o mandarte a la mierda una vez más, si seguir pensando en ti o abrir los ojos de una puta vez. Si seguir aquí, quieta, en el mismo banco en el que estaba hace 23873 entradas o cambiar de ciudad. Si seguir siendo la misma gilipollas de hace 2 años, o cambiar de una maldita vez. La vida consiste en eso, en decidir. 
En afrontar por mucho que duela, en abrir los ojos aunque tengas miedo de lo que puedas llegar a ver. Pero el miedo no es malo, es bueno, porque significa que no conoces lo que va a pasar, y si no lo conoces lo coges con más ganas todavía.

Siempre quise a alguien a mi lado que me diera ese "Buenos días, princesa. ¿Qué tal has dormido hoy?", que me diera ese abrazo justo en ese momento. Que me dijera "Si necesitas hablar dímelo y voy a recogerte a tu casa". Ese que me dijera que me merecía el cielo, que no soy como todas las demás, que no valía la pena llorar, que mis ojos son demasiado bonitos como para taparlos con tantas lágrimas absurdas. Siempre quise a alguien así y nunca llegó. Y me acostumbré a vivir con ello, bueno, sin ello. Y de escuchar tantas veces esas frases en boca de tantos mentirosos diciéndoselas a tantas putas, me cansé. Y no quería a nadie que me tratase bien, porque todo al final resultaba una mentira.
Y entonces llegaste tú, en ese preciso momento en el que no podía ir más abajo, y me sacaste la mejor de mis sonrisas, y me distes los buenos días que nadie me había dado, y venias para hablar conmigo, o simplemente para abrazarme, de esos abrazos con los que se dice mucho. Y te convertiste en la mejor persona que alguien podía tener a su lado. 
Pero yo que soy tan yo, y tú que eres tan tú, seguimos aquí, dándonos los mejores 'buenos días, cariño', mientras esperamos a que los gilipollas que una vez nos hicieron daño, vuelvan a hacerlo, una y otra, y otra, y otra vez. Por ese miedo tan tuyo y tan mio de abrir los ojos y encontrarnos lo que llevamos siglos esperando. Y cuando digo siglos, son siglos, porque las princesas y los príncipes ya no existen. Porque solo quedamos tú y yo. Aunque a veces pienso que ni eso, porque no veo un 'nosotros' por ninguna parte. 

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