Pececitos

lunes, 20 de junio de 2011

Vuelve, que te echo de menos.

Cada palabra que sale de tu boca, cada frase que escribes...Debería sorprenderme por todo lo que estás diciendo, pero dejé de darle importancia a aquello que salia de ti hace tiempo. Dejé de creerme tus verdades aquella misma noche en la que te fuiste a dar una vuelta y terminastes diciéndole mentiras a una desconocida. Me propuse sufrir como nadie había sufrido antes por ti, y lo conseguí. Y después de un tiempo me acostumbré a no tenerte y a seguir sufriendo, más por desperdiciar mi vida de aquella manera que por otra cosa. Dejé de sentir, como aquel hombre que pierde una pierna en un accidente y le duele pero sabe que no va a reemplazarla y le duele tanto que no siente nada. Igual me pasó a mi, pero yo si pude remplazar aquella pierna, por una pata de palo, aunque la remplazara al final. No es tan útil, no puedo hacer las mismas cosas con ella, no puedo andar bien y de correr ya me he olvidado. Pero sigo feliz, no por haber perdido algo que no va a volver, si no por seguir viviendo. De una extraña manera, pero estoy viva.
Ahora es cuando disfruto de todo, dime que soy una mala persona, o que soy malvada, llámame como quieras, como más te guste. Pero ahora disfruto viendo como te hacen sufrir a ti. Como se te escapa de las manos aquello que mas quieres. Y corres desesperado hacia ello.
Sinceramente, me alegré al ver que en aquel accidente no te pasó nada, que a la que le quitaron la pierna fue a mi. Pero me alegro más ahora que veo como te sangran los pies de tanto correr por salvar algo que tú mismo has perdido.
No me mal interpretes, yo te quiero mucho, te aprecio mas que a nadie aunque no me creas. Pero a cada cerdo le llega su San Martin, ¿no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario