Pececitos

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Vida confusa, pero compartida contigo.

Hoy vengo a hablaros un poquito de ella. De una persona que entró en mi vida como quien se confunde de tren. Y se sube a un tren de esos, que te llevan a ninguna parte, en los que disfrutas en el camino, y no en el destino. Doy gracias a lo que sea que esté allí arriba por dejarla subir a ese tren. A mi tren. Bueno, nuestro. Porque llevamos mucho tiempo compartiéndolo, y ahora todo lo mio es suyo, y todo lo suyo es mio.
A veces sonrío tontamente. ¿Cómo alguien puede entrar a tu vida de esa manera y convertirse en tu otra mitad? ¿Cómo consigue hacerse querer de esa forma? He llegado a depender de alguien. De su estado de ánimo. De si sonríe o si llora. Pero me alegro, me alegro de depender de ella. Es la mejor sensación del mundo, mirarla a los ojos y saber en qué está pensando. Que me mire ella y que sepa lo que siento. Creo que cada uno tiene su persona. Y ella es la mía. Mi otra mitad. Esa que me complementa. Y por nada del mundo pienso dejarla. No le suelo decir cosas bonitas, no le digo a diario que la quiero. Pero estoy con ella, hago lo que sea por ver su preciosa sonrisa. Diga lo que diga es preciosa, toda ella.
Mi niña, hoy se que no es tu cumpleaños pero igualmente te escribo una carta diciéndote que, me vas a tener toda la maldita vida a tu lado. Vas a superar cualquier obstáculo que se te ponga delante y yo voy a estar agarrándote la mano por si te caes, al menos caernos juntas. No quiero que te rindas, nunca. Eres fuerte y lo sabes. Al final de tanta mierda va a haber algo bueno, te lo prometo. Porque si no lo hay, hago yo para que lo haya. Pienso hacer que sonrías después de tanto. Tú más que nadie te mereces ser feliz, nena.
Te amo tantísimo, hermana..

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